Ni aun con el
desarrollo tecnológico y cultural alcanzado por la Humanidad se ha podido
evitar el nacimiento de niños con el Síndrome de Down, malformación congénita
originada por la alteración del cromosoma 21 que se acompaña de retraso mental
moderado o grave.
La incidencia
mundial se aproxima a uno de cada 700 nacimientos vivos, pero el riesgo varía
con la edad de la madre. Por ejemplo, en una progenitora de 25 años es de uno
cada 2000; en una de 35, alcanza uno por 200 niños y en una de 40, llega a uno
de cada 40 pequeños que ven la luz.
En la
actualidad los estudios para detectar las anomalías en el feto se realizan solo
a quienes tienen acceso a los servicios especializados de salud. En Cuba dicha
investigación es prácticamente obligatoria para todas las embarazadas y de
manera gratuita. Además, existe una mejoría en los tratamientos de las
afecciones particulares del Síndrome que han aumentado la esperanza de vida de
quienes lo presentan.
En Las Tunas,
provincia de medio millón de habitantes, la población de Down no es alta. No
obstante, los nacidos con el Síndrome reciben atención desde que llegan al
mundo y se les brinda seguimiento educativo por las vías no formales, por medio
de los promotores existentes en los consejos populares. Estas personas, de
retraso leve o moderado, matriculan en escuelas para niños de atención
especial, y grave o profundo, se atienden por las instituciones de Salud
Pública.
Una sociedad cada vez más inclusiva también debe medir su espiritualidad y crecimiento a partir de las oportunidades que brinda a estas personas especiales, quienes también pueden ver realizados sus sueños y sentirse parte en la vida social a la cual pertenecen..
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