
Cuando una sale del ambiente donde ha transcurrido su infancia e interactúa con personas de otras provincias del país, y hasta de otras latitudes, comienza una suerte de debate ético interior en lo tocante al lenguaje propio. O sea, intentar a toda costa conservar el modo de hablar original, dejarse permear por el foráneo o tan solo aprender las variaciones.
Por ejemplo, y para empezar con los adultos, aquí en Cuba se suele "dar chucho" (expresión habanera), o burlarse de las personas que al regreso de una visita fuera de frontera suele adoptar el acento con que se habla en el otro lugar, no importa si el viaje es de Oriente a Occidente del archipiélago, a Argentina, México o España. Usted puede ver a los nacionales esforzándose por evitar que se le escape un "vale?", "ahorita" en lugar de ahora, "pana", "che"..., porque al interlocutor no la deja ir, es más lo espera, y ahí mismo viene el bonche. Sucede igual si adopta frases y tonos típicamente de la capital del país, como decir "paqque" por parque, o "jimaguas" por mellizos.
En mi caso, cuando me bequé a solo unos 200 km de mi pueblo para cursar la Secundaria en Holguín, me percaté de la necesidad de aprender determinados vocablos, según la provincia de mi interlocutor porque creía que de lo contrario no me entendería. Y dejarle saber qué palabra utilizaban mis coterráneos. Rápidamente comprendí que era un aprendizaje delicioso, porque me permitiría comparar y hasta buscar los porqués dentro de una provincia se le nombraba de manera distinta a un mismo objeto.
Uno de los casos típicos y variados modos de llamar un objeto es el de las presillas, palillos, palitos, mordazas... es decir, el pequeño utensilio que se emplea para que la ropa lavada no se caiga de los cordeles o tendederas. Otros de los que con mayor rapidez debemos aprender en Cuba son los sinónimos de grifo. Por acá, que yo conozca nadie le llama así, y me pareció demasiado afectado si con esta palabra, la que está registrada en el Diccionario, identificaba la llave, pluma o pila para hacerme entender según dónde estuviera. Esto no quiere decir que pierdan su significado "original" de aditamento de abrir candados y llavines, a lo que cubre el cuerpo de las aves o a la batería, respectivamente.
En mi provincia, en la zona cercana a Bayamo se le llama "guineo" al plátano fruta y al sur, cerca de Manzanillo, se le nombra "marteño". Tengo entendido que esta última palabra solo existe allí y que se debe a que alguna vez llegaban por la región platanitos de la isla de Martinica y de martiniqueño, derivó en la actual. Similar pasa con "cutaras" que casi todos sabemos su significado, pero únicamente se utiliza en Santiago y Guantánamo para nombrar a las chancletas.
La lista de ejemplos diversos que ofrece el habla popular cubana sería extensa. Ni qué decir con las variaciones del castellano entre las naciones hispanohablantes y que en determinados casos puede convertirse casi en insulto lo que entre otros es inofensivo Creo que lo más útil resulta incorporar los vocablos diferentes para hacernos comprender en el sitio que vayamos y enriquecer nuestro conocimiento.

Por ejemplo, y para empezar con los adultos, aquí en Cuba se suele "dar chucho" (expresión habanera), o burlarse de las personas que al regreso de una visita fuera de frontera suele adoptar el acento con que se habla en el otro lugar, no importa si el viaje es de Oriente a Occidente del archipiélago, a Argentina, México o España. Usted puede ver a los nacionales esforzándose por evitar que se le escape un "vale?", "ahorita" en lugar de ahora, "pana", "che"..., porque al interlocutor no la deja ir, es más lo espera, y ahí mismo viene el bonche. Sucede igual si adopta frases y tonos típicamente de la capital del país, como decir "paqque" por parque, o "jimaguas" por mellizos.
En mi caso, cuando me bequé a solo unos 200 km de mi pueblo para cursar la Secundaria en Holguín, me percaté de la necesidad de aprender determinados vocablos, según la provincia de mi interlocutor porque creía que de lo contrario no me entendería. Y dejarle saber qué palabra utilizaban mis coterráneos. Rápidamente comprendí que era un aprendizaje delicioso, porque me permitiría comparar y hasta buscar los porqués dentro de una provincia se le nombraba de manera distinta a un mismo objeto.
Uno de los casos típicos y variados modos de llamar un objeto es el de las presillas, palillos, palitos, mordazas... es decir, el pequeño utensilio que se emplea para que la ropa lavada no se caiga de los cordeles o tendederas. Otros de los que con mayor rapidez debemos aprender en Cuba son los sinónimos de grifo. Por acá, que yo conozca nadie le llama así, y me pareció demasiado afectado si con esta palabra, la que está registrada en el Diccionario, identificaba la llave, pluma o pila para hacerme entender según dónde estuviera. Esto no quiere decir que pierdan su significado "original" de aditamento de abrir candados y llavines, a lo que cubre el cuerpo de las aves o a la batería, respectivamente.
En mi provincia, en la zona cercana a Bayamo se le llama "guineo" al plátano fruta y al sur, cerca de Manzanillo, se le nombra "marteño". Tengo entendido que esta última palabra solo existe allí y que se debe a que alguna vez llegaban por la región platanitos de la isla de Martinica y de martiniqueño, derivó en la actual. Similar pasa con "cutaras" que casi todos sabemos su significado, pero únicamente se utiliza en Santiago y Guantánamo para nombrar a las chancletas.
La lista de ejemplos diversos que ofrece el habla popular cubana sería extensa. Ni qué decir con las variaciones del castellano entre las naciones hispanohablantes y que en determinados casos puede convertirse casi en insulto lo que entre otros es inofensivo Creo que lo más útil resulta incorporar los vocablos diferentes para hacernos comprender en el sitio que vayamos y enriquecer nuestro conocimiento.
