miércoles, 22 de julio de 2009

Llamado de emergencia


Daddy Yankee ha irrumpido en mi casa gracias ¿? a mis hijas. No, no son adolescentes. Solo cuentan con 4 años, Sofía, y 3 años, Beatriz. Y, aunque no me dedico a grabar el tipo de música que interpreta el puertorriqueño, dicen tajante que su canción favorita es la que da título a esta entrada. Y estas no son palabras que me reconforten.


No tengo nada en contra de este reggaetonero, ni de nadie. Pero, tampoco hace falta explicar, ni traer citas de investigadores o expertos, para argumentar que no es esta la música, ni la letra de las canciones que deseamos que nuestros hijos pequeños escuchen y tarareen. De hecho, los medios nacionales en Cuba encabezan una suerte de campaña en contra de que los pequeños prefieran a Wisin & Yandel y Don Omar, entre los extranjeros; o Gente de Zona, de los nacionales. Y, que en cambio, sigan escuchando Barquito de Papel o Los pollitos dicen, como forma de preservar la inocencia y no quemar etapas.


Incluso, por acá se han producido varios discos de canciones infantiles clásicas versionadas en tiempo de reggeatón, interpretadas por artistas populares de moda. Y ya sabemos que ni esos discos ni ningún otro aparece comercializado en las tiendas a precios asequibles para los cubanos.

Pero, qué hacer cuando transitamos por las calles, vamos a lugares públicos, escuchamos los programas musicales de la radio y vemos la tv o en las fiestas y cumpleaños, y el reggeatón, generalmente con letras agresivas y hasta obceno, aunque no sea el caso del Daddy, es lo que llena el éter?


El asunto, por acá, se ha convertido durante años en tema de polémica, una suerte de qué fue primero si el huevo o la gallina. O sea, por mucho tiempo especialistas, periodistas, gente común, se ha visto involucrada en el dilema de si determinada música nos gusta porque se escucha, o viceversa. No pretendo echarle leña al fuego. Pero, no sobra decir que en ciertas ocasiones se nos impone la preferencia de los directores de programas, productores musicales, de quien manipula un equipo de música en lugares públicos o del vecino que decide amplificar el último cd adquirido.


Este hecho solo sirve para confirmar una verdad tan concreta como la vida misma: nuestros hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres. No podemos mantenerlos ajenos a lo que sucede fuera de casa. Mientras tanto, quizás podremos exorcizar la “culpa” de algún modo, como enseñándoles a bailar y escuchar otros géneros musicales y que luego decidan cuál prefieren. Digo yo.

3 comentarios:

Carlos M. Perez dijo...

Que tremendo dilema!!! Creo que generacion tras generacion se repite lo mismo. Estoy seguro que en tu ninez calificabas a tus adultos de anticuados por su pretension de "conservar tu inocencia". Que estaran pensando de ti ahora Sofia y Beatriz? Creo que tu labor y la de los padres es ensenarles a los hijos a discernir entre lo bueno y lo malo, evitarles que terminen definiendo como positivo lo negativo y viceversa.

El sitio de Iris dijo...

Hola, Charly, creo que este asunto no se aleja de que los padres (y madres claro) casi siempre queremos que los hijos escuchen la música que preferimos nosotros, se vistan, peinen, piensen como nosotros. Estoy de acuerdo contigo en que por los menos en esto de la música lo mejor es dejarles escuchar de todo un poco y que se percaten de lo que tradicionalmente se ha considerado lo mejor (que también puede ser polémico). Un beso.

Lola dijo...

Yo pienso, Iris, que como en todos sitios eso son modas pero que los niños siempre son unos opositores directos de lo que les gusta a sus padres. Mi nieta, ahora, a los 22 años, empieza a estar de acuerdo con nosotros.
Es dificil acallar lo que se escucha por la calle pero los niños, si en casa oyen otro tipo de música, van asimilando esta, poco a poco y casi sin darse cuenta. Hablo de música pero esto sirve para todo. Un beso Lola