Adopción en Cuba, un camino de esperanza

La adopción de hijos parece un tema reservado para las telenovelas o para las películas extranjeras, y muchas veces se insiste en su arista más sensible y dramática. Sin embargo, quizás se ignora la parte de generosidad que implica para una familia darle abrigo, cuidado y, sobre todo, afecto a quien ha perdido esa parte que le correspondía al llegar al mundo. O, se deja a un lado la responsabilidad de las autoridades de un país en proporcionar protección a su infancia.

Cuba no está ajena a esta práctica legal. El Código de la Familia dedica al tema varios artículos a partir del 99, en el Capítulo III. Y lo primero que se suscribe es que en este como en otros aspectos, lo fundamental es el bienestar de los menores. Así también consta en la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, que por estos días se celebra la ratificación al cumplimiento de estas prerrogativas en nuestro país.

“La adopción se establecerá en interés del mejor desarrollo y educación del menor, -refiere el citado documento referente a la Familia- y creará entre el adoptante y adoptado un vínculo de parentesco igual al existente entre padres e hijos, del cual se deriven los mismos derechos y deberes que en cuanto a la relación paterno ‑ filial establece este Código, extinguiéndose los vínculos jurídicos paterno ‑ filiales y de parentesco que hayan existido entre el adoptado y sus padres y los parientes consanguíneos de éstos últimos.”

Según los estudiosos de estos elementos, la adopción ha evolucionado en el tiempo. Pero, fueron los romanos quienes después de afianzar el poder político la convirtieron en la institución jurídica similar a la de nuestros días. Para ellos constituyó una de las fuentes de la patria potestad. Era el acto solemne en virtud del cual se creaban vínculos de paternidad y filiación ficticios, al incorporar a una familia como hijos o nietos a personas que por lo general les eran extrañas.

“Esta es una práctica poco común entre nosotros, asegura Bárbara Artiles Nodarse, jefa del Departamento de Protección de los Derechos Ciudadanos, en la Fiscalía Provincial. Muchas veces algunas parejas con infertilidad manifiestan su deseo de adoptar a un niño o una niña, y por lo general preferentemente pequeños. En las Tunas sí se realizan estos procesos, aunque no muchos en el año.

“Para esto se debe nombrar a un abogado, la madre biológica debe dar su consentimiento y requiere de una serie de requisitos para el adoptante. Con la protección a los menores alcanzada por la Revolución, ya es muy raro que queden niños abandonados al nacer como solía suceder, y esa es la edad que en muchas ocasiones prefieren las familias. Quienes tienen esta voluntad se pueden dirigir a los Hogares de Niños sin Amparo Filial.”

Anabeli Hidalgo Núñez es la subdirectora administrativa del Hogar del municipio cabecera. En el territorio existen otros en Manatí, Puerto Padre y “Colombia”. Y, comenta a 26, que algunas personas se acercan a la institución interesadas en el tema. Sin embargo, los niños de 0 a 5 años de edad radican en un centro similar ubicado en Holguín. Los matriculados acá son adolescentes de entre 12 y 18 años de edad.

“Nosotros tratamos, cuando sea posible, de mantener el vínculo del menor con su familia de origen, explica Anabeli. En determinados casos, la madre cumple una sanción de privación de libertad y luego recupera a sus hijos. Además, tenemos familias sustitutas que los sacan los fines de semana, los apadrinan y apoyan incondicionalmente a los niños del Hogar. Hemos tenido algunos que han salido y regresan porque sienten esta como “su casa”. Pero, otros sí han ganado una nueva familia al ser adoptados.”

Esta práctica legal permite dar una familia a quien no la tiene. Y, en Cuba, se convierte en otra manera de velar por la integridad y el desarrollo sano de los menores, en un mundo donde la prostitución, las drogas, el abuso y la explotación no reconoce de edades. La adopción es entonces un camino de esperanza que manifiesta en hombres y mujeres la capacidad de amar y brindar un hogar, más allá del hecho natural de engendrar.