Los titulares de los principales medios por estos días en el mundo tratan sobre la crisis migratoria que sacude a Europa, solo comparable con la generada por la Segunda Guerra Mundial. Los conflictos bélicos siempre son los principales motivos, como el hambre, para que la gente abandone sus raíces hacia un lugar seguro y próspero. La Historia se repite y Europa se divide en la solución al drama de los africanos y los desplazados de Oriente Medio, sus vecinos cercanos.
Las redes sociales reprodujeron -sin cansancio- la imagen de un niño ahogado en una playa turca y, al parecer, por fin una tragedia de años conmovió los ojos y oídos de quienes pueden dar respuestas. Junto con esta y otras muchas imágenes, como las historias de los periodistas que perdieron sus vidas mientras hacían su labor informativa en Siria, contrastan con informaciones como la de habitantes de Islandia.
Alrededor de 10 mil personas -de los casi 300 mil con que cuenta la isla europea- ofrecieron sus hogares para recibir refugiados. Mientras algunas ciudades y gobiernos levantan vallas para contener la emigración, otros ofrecen.
Sin embargo, más que esto, pienso que la solución la deben buscar los países ricos en crear oportunidades para evitar el desarraigo, para que las personas permanezcan en sus países sin guerras, sin desolación, ni muerte.
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