miércoles, 15 de octubre de 2008

La esperanza de vivir

Hace pocos meses se dio a conocer en el Parlamento cubano el último estudio estadístico realizado sobre natalidad y esperanza de vida en Cuba. Justamente cuando pasó por Las Tunas el huracán Ike, me disponía a publicar un material sobre estos temas y factores que influyen en la baja natalidad en particular en este territorio.
Esta provincia oriental muestra en ese informe que por acá la gente cumple más años de vida que en las restantes: 79, 28; dato ubicado por encima de la media nacional: 77,7. El hecho de que no haya sacado a la luz mi material me confirma que lo queramos o no, sea una frase gastada o no, la realidad es una antes y otra después de que el ciclón tropical pasara y causara tanta destrucción por aquí. El hecho de que a más de un mes no se hable de otra cosa, significa que no se puede evitar en ningún tema ya sea alimentario, educativo, periodístico, callejero, constructivo, climático...
Pero, ¿qué importancia puede tener posponer la salida de un material periodístico, cuando mucha gente, cientos de coterráneos, siguen guardando proyectos, aspiraciones, en espera de mejores tiempos? Ya sea recuperar sus muebles o sus colchones, más que eso, tener una casa. Sé de personas que aplazaron el plan de hacer pequeños cambios o mejoramiento de sus viviendas, por saber que hay quienes necesitan un techo para guarecerse. En los centros de evacuación de Las Tunas quedan cientos de familias que, en la mayoría de los casos, perdieron totalmente sus viviendas.
No hace falta ser un avezado en estas materias para imaginar que el fenómeno meteorológico se queda corto como una prueba de nuestros nervios. Presumo que haga repensar muchas de esas estadísticas en lo adelante. Tampoco podremos ignorar que la evacuación a tiempo de un tercio de la población tunera garantizó su vida. Y después, las campañas de fumigación y diversas medidas higiénicas, aseguren la salud.
No sé, pero creo que en lo sucesivo la manera en que se vela por la seguridad de la gente en caso de catástrofe, y hasta la existencia de un plan B para esa situación, deba incluirse entre los parámetros que miden la esperanza y la calidad de vida de cada uno de nosotros.

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