jueves, 27 de noviembre de 2008

¡A romper la piñata!

Mi hija mayor quiere una piñata para su fiesta de cumpleaños. El asunto comenzó cuando le pregunté cómo quería celebrar la llegada de sus 4 años en diciembre. La idea era darle a escoger entre festejar en casa con los pequeños vecinos y vecinas o en el círculo infantil con quienes comparte el salón, tal como fue en el 2007. Ni corta ni perezosa, ella respondió en ráfagas y decidida: "quiero mi cumpleaños aquí en la casa, con cake, refrescos y piñata".
"¿Piñata?", pregunté. Es mejor jugar, bailar... ese día. Ella insistió: "y también con piñata". El quid del asunto es que a mí nunca me ha gustado este detalle de las celebraciones de cumpleaños. Cuando me invitaban a alguna, me limitaba a ver cómo los niños y algunas niñas se colocaban debajo de aquella caja, adornada con motivos infantiles y llena de confituras, lápices, libritos enrollados, libretas, globos... Al conteo de 3, los pequeños invitados alaban las cintas que salían del fondo débil de la caja, se disputaban el contenido en el piso y parecían fierecillas depredadoras.
Pronto descubrí que al quedarme parada y sin participar en el despelote, tenía grandes posibilidaes de llenar las manos con aquellos premios, sin ensuciar la ropa o desbaratar los lazos del peinado. Y podría librarme de salir con la cara y la cabeza colmada de pedacitos de papel de colores o con el talco con que los divertidos adultos rellenaban la caja.
Pero, esa experiencia cubana sigue siendo origen de diversión de miles de personas, generalmente para los adultos, porque imagino que los niños y las niñas prefieran que les entreguen en sus manos el botín que le toca de la fiesta. Mis hijas se han divertido como testigo en los cumpleaños a los cuales han sido invitadas, pero eso no ha bastado para disuadir a Sofía.
Lo que en Cuba se llama piñata difiere de la tradición mexicana, y de otros países de la región. La otra también es una caja de cartón adornada, hasta hacerla parecer personajes infantiles, animales, casitas... La llenan de caramelos y dulces; sin embargo, en estos lares el homenajeado y algunos invitados, por turno, le caen a palos al embalaje, hasta sacar el contenido.
Existe una añeja polémica sobre el origen de esta tradición, de la mexicana, porque la cubana parece ser única. Se dice que Marco Polo la vio en Asia en uno de sus viajes, la llevó a Europa y de ahí a las colonias. Otros aseguran que fue al revés y siguió el camino del tabaco y el oro hacia la Madre Patria.
Se cuenta además que tiene origen litúrgico: la caja representa el mal, los golpes la lucha del bien para vencerlo y el contenido las virtudes. Ah, se tapan los ojos de quien golpea porque la fe es ciega.
Desde hoy y hasta el 10 de diciembre, me debatiré entre complacer a mi hija mayor, quien planifica por primera vez su fiesta de cumpleaños, y lo que siempre he criticado: la piñata. Intentaré cambiarle su opinión. Mientras tanto, voy a empezar a buscar qué echar en la caja para no dejarlo para último minuto.

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