lunes, 29 de diciembre de 2008

Bailar en casa del trompo


El baile le es al cubano como la vida misma. Desde que se nace en este archipiélago la existencia discurre al ritmo de la música. Y, si no se ha percatado, repare en cuáles son las primeras “gracias” aprendidas por quienes todavía no saben siquiera nombrar a mamá. Observará sin sorpresa que antes de dominar el uso de una cuchara, ya el cuerpo se mueve al compás de la salsa, el merengue o la llamada timba.
No obstante, a los contemporáneos del mozambique y el charlestón, no les convence del todo esa manera desenfrenada, independiente y brincadora de bailar en la actualidad. La mayoría de ellos sigue apostando por la danza de parejas enlazadas, sobre “un solo ladrillo” y preferiblemente en salón.
Obviamente, los tiempos han variado. En realidad, nos han obligado a cambiar a nosotros. Y esa forma moderna de divertirse tan solo constituye otra expresión de cómo los jóvenes de hoy asumen la vida: desprejuiciados, vitales y sin ataduras. También los artistas conciben sus interpretaciones para determinado tipo de público y lugar. Pero, lo cortés no quita lo valiente. De tan espontáneos modos de bailar se han perdido derroteros que en cualquier época han enorgullecido y distinguen a los habitantes de este suelo. Y, en esa carrera, se olvidan tradiciones que, hasta en su simple acepción, exigen la transmisión de una generación a la sucesiva.
En buena parte del mundo las personas se hacen la idea -bastante errada y absoluta, por cierto- de que en Cuba todos y todas dominan el un, dos, tres para bailar el son. El hecho de disfrutar al ritmo de una lata y un palo no garantiza hacerlo técnicamente bien o con capacidad de enseñarlo. De forma similar ocurre cuando imaginamos que cualquier asiático es experto del kung fú y diversas artes marciales. Estereotipos formados con el tiempo. Pero, lo cierto es que solicitarle a la mayoría de los adolescentes, aquí y ahora, demostrar los pasos del cha cha chá, el mambo y el danzón resultaría hacerlos pasar por las horcas caudinas.
El asunto no es nuevo. Desde hace ya algunos años, quienes rondan los cincuenta y más, han reclamado en diferentes tribunas la creación de espacios para bailar a la usanza de la época de oro de la música tradicional cubana. También han visto, impotentes, que solo aumentan los concebidos para las discotecas y la popular, hecha con los patrones de ahora. Incluso, muchos visitantes extranjeros solicitan la apertura de más lugares concebidos con tal fin, pues ese rasgo se encuentra entre los de mayor interés para los seguidores de nuestra cultura.
Un poco más allá, algunos intelectuales se han pronunciado por revisar si el danzón debe seguir siendo nuestro baile nacional. Cada vez se cuentan por menos quienes conocen sus pasos, les gusta y lo cultivan en las composiciones.
La coyuntura actual que hace respirar ambiente de cultura puede permitir, rectificar y rescatar a tiempo ciertos olvidos. De hecho, algunos artistas, como el reconocido músico Adalberto Álvarez, promueven el baile del casino, aunque muchos adultos, seguidores de las tradiciones, palidezcan ante el actual ritmo del reguetón.

No hay comentarios.: