sábado, 3 de enero de 2009

Votos por la amistad

Los niños tienen una habilidad envidiable para hacer amigos. Pero no necesitan mucho: un intercambio de nombres, quizás de escuelas donde estudian y, si perdura, juegos en común, disposición de ceder temporalmente los juguetes y ¡listo! ya tienen amigos. Todos sabemos que de ahí pueden salir algunos para toda la vida.
Luego, la forma de iniciar la amistad y conservarla se va complicando. Después de la infancia aspiramos a contar con una suerte de cómplice incondicional, aunque quizás se le exija algún don para que encaje en el grupo y lo convierta en alguien popular.
Es curioso que a medida que pasa el tiempo, cuando más se valora la amistad, resulta más difícil iniciarla. Entonces, solemos extrañar a quienes perdimos por razones ahora triviales, por la diáspora y por cualquier razón temporal o permanente.
Con internet ha nacido otro tipo de amigos, sobre todo con facilidad para comunicarse. Generalmente sin siquiera haber visto el rostro, encontramos personas dispuestas a hacernos saber que podemos contar con ellas. Mientras más lejos los amigos, menos se les exige. A veces solemos ser más duros con quienes tenemos al alcance de una llamada telefónica. Y lo máximo es tener a alguien a mano que nos escuche confidencias y problemas, sin juzgar y con soluciones viables.
Las reglas para la amistad nombran en primer lugar la lealtad. Para socializar, basta salir del ostracismo y comunicarse. Sin embargo, me encanta el proverbio que reza algo así: Quien busca amigos perfectos, no tendrá amigos.

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