viernes, 9 de enero de 2009

Una visita a la Universidad

Los seis años de implementada la Universalización de la Enseñanza Superior no han logrado pasar la página de los prejuicios que encontró, en algunas personas, cuando surgió ese Programa de la Revolución. En Las Tunas, ya se graduaron los primeros estudiantes de sus aulas, alrededor de 150, y se prevé que en este curso esa cantidad se multiplique.
Muchos de aquellos egresados provenían de centros laborales empeñados en superar profesionalmente su fuerza de trabajo, en particular a los cuadros. De ahí que los titulados de esa fuente de ingreso disponían de una plaza garantizada. Otros, llegados por la vía de Curso de Superación Integral para Jóvenes, casi redescubrían la vida al tener en sus manos los títulos. El Estado aseguró que cada uno tuviera de la misma manera un centro para demostrar lo aprendido.
Tanto como una nueva oportunidad o retomar los estudios y sueños concebidos alguna vez, el Programa ha rescatado una importante masa de jóvenes en función de enriquecer el principal recurso del país: el humano. Corresponde a la sociedad en su conjunto, y específicamente a quienes ocupan cargos de decisión en determinadas instituciones, la reinserción de estas personas y aprovechar sus potencialidades.
Es cierto que este modelo pedagógico no trae consigo un pedigree cercano. Los matriculados vencen materias –no años de la carrera-; de ahí que, incluso, puedan culminar los estudios mucho antes o después del período de cinco cursos académicos. Otra peculiaridad es que el profesorado lo constituyen los profesionales de cada municipio, debidamente categorizados para impartir docencia.
Sin embargo, ninguna de estas características está reñida con la calidad. Quizás, jóvenes al fin y como en la Universidad tradicional, muchos alumnos no estén conscientes de la responsabilidad de poseer un título académico; que fuera de las aulas, deberán probar haber aprendido, estar preparados en su disciplina y listos para asumir plazas vacantes, aunque no se ajusten a las aspiraciones formadas al principio, sino en otras funciones. Allí se ganará experiencia para el crecimiento permanente de los profesionales.
Sí deberán estar convencidos de la competitividad existente hoy en casi todas las esferas del saber y los oficios y profesiones. Pero, para tener claras estas ideas no importa de cuál casa de altos estudios se ha egresado.
Los docentes tampoco pueden perder de vista estos hechos. La meta cotidiana de un maestro debería ser dejar una huella de sabiduría y educación integral en quienes lo escuchen en cada turno de clases. Obviamente no siempre pasa así. Mas, esta limitación se le deja entonces a la exigencia, individual y de quienes velan por la eficiencia del modelo.
Nadie podrá escamotear el valor de llevar la Universidad a los municipios y de brindar la oportunidad de superarse a todos por igual. Sin elitismo, ni privilegios. Y, una vez formados, a los demás toca su parte de apoyo a los egresados, sin prejuicios, abriendo puertas y no levantando muros.

No hay comentarios.: