
Cuando era una niña quería usar espejuelos, los tenía como algo interesante que daba toque de sapiencia. Más adelante, debí usar "aparatos" para reubicar mis dientes y renuncié a poner el accesorio sobre mi nariz. No necesitaba lucir como una adolescente tan "sabia". Tener 20-20 de visión y encontrar un pequeño arete sobre el piso enmarañado daba más motivo de pretensión que colgar un cordón negro en el cuello para no perder los susodichos cristales.
Alguien me dijo una vez que la palabra "espejuelos" es un arcaísmo en muchos países, de esas como "vosotros" o "cuasi", olvidadas o reemplazadas. Claro, que si un vocablo se deja de usar en España y se mantiene en otro sitio no significa que sea objeto museable. O viceversa. En Cuba si usted dice gafas, alguien creerá que se trata de las de sol; si emplea lentes, pensarán en los de contacto o en las de las cámaras fotográficas; si elige anteojos los confundirán con prismáticos. En fin, seguimos... o empiezo yo a usar los espejuelos de la foto.
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