Resulta difícil precisar en qué momento del camino dejamos de exigir, que los educados estudiantes de Primaria se levanten de la silla cuando alguien llega al aula o que usen correctamente el uniforme. Posteriormente, será muy trabajoso lograr que un adolescente asista al teatro o a una actividad formal sin el short de mezclilla y la camiseta; o manifieste buenos modales, no importa si en un cine o en la calle.
Actos tan simples como esos constituyen pasos sólidos, concretos, de ser mejores personas, educadas, bienvenidas siempre en cualquier círculo, entorno social y época. Y, que parte, desde enseñar a los hijos a vestir de acuerdo con cada ocasión, según sus posibilidades económicas, hasta tratar con amabilidad a los ancianos. Cuba no es excepción y las limitaciones económicas no justifican la pérdidas de los comportamientos que casi todos llamamos correctos.
La cortesía y la educación formal no llegan empaquetados con la canastilla al nacer un bebé… se cultivan, como las plantas, con paciencia y podando un poquito por aquí y otro por allá. Al final, los frutos son tan evidentes como las flores y abren muchas puertas al igual que un colorido ramo.
La vieja canción infantil de “limón, limonero, las niñas primero… ceder la derecha…” aprendida durante décadas, cobra mayor vigencia y necesidad de uso en la práctica.
La vieja canción infantil de “limón, limonero, las niñas primero… ceder la derecha…” aprendida durante décadas, cobra mayor vigencia y necesidad de uso en la práctica.
Diversas organizaciones y autoridades mundiales, por ejemplo la UNESCO, han reconocido los avances cubanos en términos de escolarización. Pero, somos nosotros, en la convivencia cotidiana, quienes podemos calibrar si, al aprender a resolver complicadas ecuaciones matemáticas, podremos acompañarlas de un buen comportamiento con nuestros semejantes. Y, todos sabemos que instrucción y cultura no siempre andan juntas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario