miércoles, 20 de mayo de 2009

De cortesía y limón limonero…

Quizás, primero permitimos a los niños comer frente al televisor para que así permanezcan entretenidos y no tener que aplicar la vieja e ineficaz fórmula del “avioncito”. Por eso, nos hacemos de la vista gorda cuando de adolescentes jamás se sientan a la mesa y dejamos de conocer a sus amistades. Después, de adultos, apenas responden a los “buenos días”, ni se levantan ante un visitante. Estas no son solo conjeturas.
Resulta difícil precisar en qué momento del camino dejamos de exigir, que los educados estudiantes de Primaria se levanten de la silla cuando alguien llega al aula o que usen correctamente el uniforme. Posteriormente, será muy trabajoso lograr que un adolescente asista al teatro o a una actividad formal sin el short de mezclilla y la camiseta; o manifieste buenos modales, no importa si en un cine o en la calle.
Actos tan simples como esos constituyen pasos sólidos, concretos, de ser mejores personas, educadas, bienvenidas siempre en cualquier círculo, entorno social y época. Y, que parte, desde enseñar a los hijos a vestir de acuerdo con cada ocasión, según sus posibilidades económicas, hasta tratar con amabilidad a los ancianos. Cuba no es excepción y las limitaciones económicas no justifican la pérdidas de los comportamientos que casi todos llamamos correctos.
La cortesía y la educación formal no llegan empaquetados con la canastilla al nacer un bebé… se cultivan, como las plantas, con paciencia y podando un poquito por aquí y otro por allá. Al final, los frutos son tan evidentes como las flores y abren muchas puertas al igual que un colorido ramo.
La vieja canción infantil de “limón, limonero, las niñas primero… ceder la derecha…” aprendida durante décadas, cobra mayor vigencia y necesidad de uso en la práctica.
Diversas organizaciones y autoridades mundiales, por ejemplo la UNESCO, han reconocido los avances cubanos en términos de escolarización. Pero, somos nosotros, en la convivencia cotidiana, quienes podemos calibrar si, al aprender a resolver complicadas ecuaciones matemáticas, podremos acompañarlas de un buen comportamiento con nuestros semejantes. Y, todos sabemos que instrucción y cultura no siempre andan juntas.

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