Terror a las matemáticas

Las asignaturas de las ciencias naturales y exactas en cualquier sitio suelen ser el Ogro para la mayoría de los estudiantes. Las exigencias de aplicar un razonamiento lógico, de concentrarse, de dedicarles horas por encima de un turno de clases, constituyen reglas que no todos los alumnos están dispuestos a seguir. Antes de aplicarse en ellas, prefieren darse la vuelta y plantearles un duelo a la Física, la Química, la Biología y, al summun del terror: Matemáticas.
Por estas razones, estas áreas del conocimiento suelen ser las de más bajo rendimiento académico; las de peores resultados en las pruebas de un grado para otro, para ingresar a la Vocacional de Ciencias Exactas o a la Educación Superior… Cada año y en cualquier geografía se presenta una situación similar. Y, esto no ocurre únicamente por sus características, el rigor de los planes de estudio o la complejidad de un examen. Los alumnos van más allá al cuestionar su presencia en los objetivos curriculares.
Las expresiones que alguna vez escuché a mi alrededor mientras cursaba el Preuniversitario, las encuentro letra por letra en la actualidad: “¿para qué me sirve la Geometría, si me interesa ser médico?” “¿Por qué debo aprender la Tabla periódica de elementos químicos, de Mendeleiev, si mi perfil será artístico?”. Con ese estilo se suceden las interrogantes que se hacen los educandos, también se las dirigen a sus familiares y profesores.
El origen de estas dudas en muchas oportunidades se halla justamente en la manera cómo se enseñan tales materias. Aunque lo tienen establecido en los programas, una parte numerosa de los docentes no suelen acercar estas disciplinas a la vida cotidiana. O, si se hace, no sucede con la sistematicidad y el rigor para que quede en la memoria de quien escucha. La falta de preparación de determinados maestros impide el dominio de esos ejemplos para transmitirlos a los muchachos. Y, un solo profesor para varias áreas del conocimiento mucho menos podría alcanzar ese lugar óptimo.
La impartición de los contenidos de una forma práctica no solo logra que queden y sirvan para toda la vida, sino motiva el proceso de enseñanza aprendizaje de unas asignaturas que huelga decir no destacan por su sencillez.
La cultura general integral aspira a esa formación del alumno con elementos básicos de corte jurídico, económico, sexual, ambiental, energético, artístico. Sin embargo, parte de una instrucción de excelencia donde se aspira a que, primero, los estudiantes sepan para siempre desde la temperatura con la cual el agua se congela o su punto de ebullición, cuál es el mecanismo de funcionamiento de una olla de presión, los metales que mejor conducen la electricidad; que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, hasta la diferencia entre un virus y una bacteria.