viernes, 30 de septiembre de 2011

De la violencia contra colegas

Cada noticia referida a nuestros colegas en cualquier parte del mundo, generalmente nos atrae. Es lógica esa proximidad afectiva, no importa si el titular se relaciona con algún premio de envergadura entregado, si es acerca de las condiciones en Haití para la transmisión de informaciones o el cerco vivido por los reporteros en un hotel de Trípoli, mientras las fuentes alteraban los hechos durante el reciente ataque de la OTAN a Libia. Pero, la muerte de periodistas mientras ejercen su trabajo, para llevar al resto de las personas esa información que constituye un derecho de cada persona, esos titulares nos cuestan trabajo entenderlos. Recientemente, los rotativos de todo el mundo se hicieron eco de un cintillo: “México es el país más peligroso para los periodistas”. Y, esto se publicaba apenas unos días después de que se encontraran los cuerpos de dos miembros mujeres del staff de la revista Contralínea, reconocida como independiente, veraz y con un amplio currículo en destapar escándalos y hechos que otros pretenden mantener escondidos. Tengo la fortuna de contar con una amiga en la revista. Cuando conocí a Ana Lilia Pérez, en un Diplomado de Periodismo en el Instituto Internacional José Martí, en La Habana, ya ella trabajaba en Contralínea. d
Por aquella época, recuerdo que estaba vinculada con el equipo de reporteros que investigaba la matanza de mujeres en Ciudad Juárez. Ninguna de nosotras imaginaba cuán peligroso se le convertiría el ejercicio de la profesión periodística. Es esa la razón por la cual cada vez que escucho sobre los riesgos de los profesionales de la prensa para trabajar en México, recuerdo y me preocupo por Ana Lilia. De hecho, ella ha sufrido en carne propia detenciones impulsadas por organizaciones económicas poderosas nombradas en sus reportajes y, más acá, amenazas de muerte junto a Miguel Badillo, director de la publicación. No importa dónde nos encontremos, como periodistas nos debemos solidaridad y apoyo. Por esa cercanía geográfica o afectiva que nos une, tal vez ambas, nos importa cada cintillo que refiere la labor de nuestros colegas en cualquier latitud. Nos lo debemos.

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