martes, 26 de junio de 2012

Llegó el verano

Durante los meses de verano, cualquier espacio se convierte en escenario aprovechado por los niños y las niñas para el esparcimiento. Unos practican fútbol por acá, otros empinan papalotes por allá, mientras las pequeñas exigen menos para recrear una “casa” con sus muñecas como “familia”. Disfrutar de la televisión, los dvd o los vídeos juegos ganan también sus adeptos. Pensar en la llegada del verano, a los estudiantes les sugiere vacaciones, playas, diversión, hacer amigos y amigas, música, leer los libros guardados durante el curso escolar, descansar y al mismo tiempo gastar energía. Los mayores muchas veces mantienen el ajetreo ante la responsabilidad propia de tener a niños y jóvenes en casa, asegurarles una ocupación y entretenimiento, garantizarles la merienda, llevarlos de paseo; aunque tampoco se ignora que mejora la programación televisiva y crecen las opciones de esparcimiento.
Pero, el verano no es sinónimo únicamente de relajación, recreo o demasiado calor. Mientras unos aprovechan sus vacaciones, otros conservan el desvelo de incrementar las acciones de salud, de vigilar el cuadro higiénico epidemiológico de las comunidades. Los especialistas no pierden de vista el comportamiento de las variables meteorológicas; los campesinos siguen de cerca “las lunas” para que les “dicten” el mejor momento de sembrar, atender los cultivos, cosechar. Aun así, estos meses no aparecen en las estadísticas solo por estos elementos. También es época relacionada con el incremento de los accidentes del tránsito y en el hogar; de elevado consumo de alcohol y de la necesidad de que la familia permanezca atenta, ya sea para prevenir que los y las adolescentes adquieran el hábito de fumar, o evitar la promiscuidad y las relaciones sexuales irresponsables, causantes directas de las ITS y el SIDA. El ocio y la búsqueda de ocupar el tiempo libre no deben constituir justificaciones para adoptar actitudes y comportamientos que se lamentan después y, vale la pena decir, que pueden ir desde hacerse un tatuaje por embullo de grupo, hasta consumir sustancias nocivas. También se debe recordar que mientras unos descansan, otros, muchos trabajan y los ardores de verano pueden prescindir de la bulla, de las molestias a los vecinos, y sí respetar los horarios de sueño. Tampoco se puede negar que en este milenio los atari, playstation, nintendo y otros entretenimientos electrónicos interactivos ganan cada más espacio y preferencias. Y su inconveniente radica, justamente, en atentar contra la necesidad de socialización de los pequeños e individualizar a los niños y restar vuelo a la imaginación. Sin negar los que parecen devenir modos de jugar del presente. Los convencionales forman parte de nuestra cultura e idiosincrasia. Rescatarlos no es cosa de juegos. Los meses de julio y agosto, cuando recesan las escuelas, plantean un desafío a la familia cubana sobre los lugares para dar ocupación al tiempo libre de los hijos, no importa si es infante, adolescente o joven, cualesquiera de ellos lo necesita, si vive en el campo o en la ciudad. Las piscinas, ríos y playas se convierten en la opción más demandada para refrescar el calor; intercambiar con amigos, bailar, leer… no pasan de moda, y corresponde a los padres conducir y enseñar las mejores maneras de recrearse sanamente. (La imagen es del colega István Ojeda Bello, en la Villa Covarrubias, de Las Tunas, Cuba)

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