jueves, 4 de junio de 2015

Asuntos cotidianos del medio ambiente

Las personas obvian que la mayor parte de los fenómenos naturales y su agravamiento constituyen consecuencias de conductas humanas. Si hace un tiempo las sequías severas se registraban en Cuba cada cinco años, y ahora cada dos y más intensas, se debe en gran medida a la deforestación, a la explotación irracional del suelo y a la emisión de gases agresivos a la atmósfera, según refieren los especialistas.
 Y ello no sucede únicamente en África. En la Mayor de Las Antillas las estadísticas reportan más del 70 por ciento de las tierras en la clasificación de poco o muy poco productivas. Esta verdad concreta guarda un vínculo estrecho con la tala de los bosques, la deficiente utilización de tecnologías y cultivos a los suelos y la quema de amplias áreas de sembrados. El rendimiento de la tierra está indisolublemente ligado a la seguridad alimentaria del pueblo y a las migraciones internas de un país.
En cambio, las responsabilidades se asocian al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y no con los campesinos vinculados directamente con la tierra, decisiones incorrectas de directivos, desconocimiento y experiencias negativas aplicadas durante mucho tiempo. 
 Tampoco se debe perder de vista que en etapas recientes más de dos millones de toneladas de tierra han ido a parar a las aguas internacionales, con la consiguiente afectación a esos ecosistemas y a los hábitats de los animales de la zona. Justamente, las costas se hallan en la mira de los ambientalistas en la actualidad. En la provincia de Las Tunas –con el más bajo nivel de precipitaciones del país- existen diversos proyectos para elevar la reforestación, en particular de los manglares y para el adecuado manejo de los ecosistemas costeros.

El CITMA ha llamado la atención en reiteradas oportunidades sobre la extracción de arena de las playas. Lejos de lo que pudiera pensarse las legislaciones para frenar tal indolencia no es reciente. En 1932 se emitió un reglamento al respecto que luego se refrendó en 1951. Ya hemos apreciado la manera en que el mar “reclama lo suyo” o se empeña tierra adentro en temporada ciclónica.
Cada vez se aplican las normas jurídicas con más rigor en lo referente al medio ambiente, la planificación física y se incrementa la educación de las personas y las comunidades. Nunca será suficiente cuanto en lo individual puedan aportar las personas al no lavar los automóviles en los ríos, ni parquearlas sobre las dunas de las playas; tanto como no arrojar desperdicios fuera de los lugares limitados para ese fin… y tantas conductas cotidianas que ayudarían a que todos vivamos en un ambiente saludable.

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