viernes, 13 de junio de 2008

Los nombres de los ciclones tropicales

Los ciclones tropicales constituyen el principal evento meteorológico que afecta a las naciones situadas en esa región del planeta. Numerosas vidas humanas perdidas; grandes destrozos, que agudizan la pobreza de poblaciones con difíciles condiciones de vida; cultivos arrasados; deslaves de lodo... ensombrecen el panorama después de este hecho natural. Cada año alguno de estos fenómenos se ensaña en determinada zona, únicamente varía la intensidad, el país afectado y el nombre que identifica al fenómeno.
Desde que se llevan los registros meteorológicos y los daños provocados por ciclones tropicales, se recuerdan nombres de eventos que han enlutado naciones completas por su estela de muertes y destrucción. Bastaría recordar, por ejemplo, entre los más recientes el Mitch, en Centroamérica; el Andrews, en la Florida; el Flora o el Lily, en Cuba.
Estas denominaciones propias obedecen a la necesidad de identificar a los ciclones y establecer una mejor comunicación, entre los especialistas de pronósticos y el público. Muchas veces un huracán puede tener una semana y más de vida, mientras otro puede estar formándose simultáneamente. De esa manera, los nombre impiden confusión entre uno y otro, al llamarlos cada uno por su designación.
Diversas publicaciones científicas, han referido el origen de este singular modo de llamar a los sucesos naturales aquí citados. Se asegura que fueron los españoles los primeros en darles nombre a los ciclones. El santoral servía a tales efectos, cuando la naturaleza azotaba alguna de las colonias. Así, por ejemplo, un ciclón podía azotar a Puerto Rico un día y, dos días después, azotar a la zona oriental de Cuba. En ambos casos llevaban nombres distintos, según el santo católico del día.
A principios del siglo XX un pronosticador australiano comenzó a emplear nombre de políticos que le desagradaban.
Entre las prácticas que antecedieron a la forma actual de bautizar a los huracanes también tuvieron algo que ver los políticos y meteorólogos de las fuerzas armadas norteamericanas, durante la Segunda Guerra Mundial. En esos casos, los tifones del Pacífico recibían nombres de mujer de manera informal. Después, de 1950 a 1952, en la cuenca atlántica, se utilizaron nombres del alfabeto fonético Inglés (Able, Baker, Charlie…) pero en 1953 el servicio Meteorológico de los EE.UU. comenzó a emplear nombres de mujer.
No fue hasta 1979 en que la Organización Meteorológica Mundial (OMM) comenzó a emplear listas de nombres femeninos alternados con masculinos.
En la actualidad el Comité de Huracanes de la Asociación Regional IV de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) tiene confirmadas las listas para seis años con nombres en los tres idiomas que se hablan en la región: español, inglés y francés. Por eso es un error traducir al español ciertos nombres, pues entonces alteran la lista y el traducido, además de confusión, podría coincidir con el que se usa en otros años o en otras cuencas oceánicas.
Cada temporada ciclónica comienza su lista con un nombre, femenino o masculino, y va alternando el género. En la reunión anual del Comité se revisan dichas denominaciones. Si un país ha sido fuertemente azotado por un ciclón, con numerosas pérdidas de vidas humanas y materiales, o ha sido muy intenso, puede solicitar eliminar esa denominación de la lista. El consenso del Comité propondrá otra manera de llamar al huracán, respetando el género e idioma. El nuevo nombre se aprueba e incluye por consenso del Comité.
Así, ciclones altamente destructores o muy intensos ya no repetirán sus nombres tristes y desagradables en temporadas sucesivas.

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