martes, 30 de septiembre de 2008

Casas fuera del hogar

Ninguna razón que obligue a la familia a abandonar su casa suele acogerse con simpatía. Incluso, cuando visitamos a los parientes, en algún momento sentimos la urgencia de regresar a ese espacio tibio, único, nuestro… que es el hogar. No importa si lujoso o humilde.
Imagine, entonces, si cuando cerramos la puerta para salir lo hacemos ante el peligro de perder nuestra propia vida por la cercanía de un huracán como Ike. O, que con el portazo, quede atrás ese pedazo de nuestra existencia y sacrificios de años para levantar paredes. Así sucede con los cientos de tuneros que todavía permanecen en los centros de evacuación de la provincia.
La cifra de quienes permanecen en estos lugares, por lo general escuelas en el campo, oscila permanentemente. Cada día se van grupos de evacuados, ya sea porque las afectaciones de sus viviendas fueron parciales y encontraron solución; o porque levantaron facilidades temporales, un espacio cercano a su lugar de residencia para velar por lo suyo y trabajar en hacer nuevamente la casa. También llegan algunos que se habían alojado en casas de familiares o amigos.
Ni la música grabada, los juegos de mesa o la presencia de artistas con sus creaciones en ristre, pueden hacer olvidar el drama de esas familias, que en la mayoría perdieron totalmente sus viviendas. Tampoco es ese el objetivo de estas iniciativas presentes hoy en los centros de evacuación. Se trata de que cada quien entrega allí lo mejor de su espíritu en busca del ánimo y el optimismo para construir, en el sentido más amplio de la palabra.
Las personas que permanecen evacuadas tienen una certeza: su paso por estos centros es temporal y sus posibilidades de retorno llegarán, unas primero y otras después. Nadie se olvidará de ellos. Y otra vez tendrán sus casas y mucho más, su hogar.

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