jueves, 18 de diciembre de 2008

Regreso a casa

Me he pasado unas 36 horas fuera de mi hogar y me parece más tiempo. No es solo por ser la primera vez que me separo de mis hijas, sino porque ha sido un viaje muy productivo. Fui a casa de mis padres, a Pilón, a ver a mi abuela paterna de 87 años quien estaba hospitalizada. Afortunadamente le dieron de alta mientras estuve allá y pude regresar más tranquila. Me encontré con las hermanas de mi papá y con mi hermana, a quienes no veía hace muchos meses. Y por donde se le mire, visitar a la familia de origen carga las pilas y proporciona alegría.
Cuando salí desde Las Tunas hacia allá, el pasado martes, bajo la lluvia y sin saber a qué hora ni en qué llegaría, estuve a punto de reconsiderar mi decisión. Finalmente apareció a las 12 del mediodía un camión privado del 58, de esos Ford, Chevrolet o no sé qué marca norteamericana (cuando se está viajando en "botella" en Cuba lo que menos importa es de dónde viene el vehículo, sino para dónde va). Los pasajeros íbamos como sardinas en lata y yo mirando el reloj y repasando qué otras opciones pude tener para hacer mi visita familiar(casi únicamente suspenderla).
Tras una 5 horas de recorrido, sol, sube y baja de los vehículos, me sentí súper afortunada de haber dejado atrás unos 200 kilómetros de carretera y arribar al destino con la luz del sol del mismo día de mi salida.
Cuando puse mis pies en tierra de Pilón, además de corroborar que por mucho que llueva en algunas provincias, otras siguen con clima semidesértico, sabía de la vida personal de no sé cuántas personas compañeras casuales del viaje. Sin proponerme tal cosa, eh?
Tan solo de sentarse a mi lado, una mujer de unos 45 años me preguntó la hora y de repente comenzó a contarme hacia dónde iba y lo difícil que se le hacía desde Camagüey visitar a su madre en Santiago de Cuba. Al momento me vi con par de álbumes de las fotos de 15 años de sus hijas, escuchando los problemas con su pareja actual e intentando responder a su pregunta de ¿qué tú crees? sobre cambiar de trabajo. Cuando descendí del camión me di cuenta de que ni siquiera sabía el nombre de la señora.
Y es bueno comprobar que, por mucho que las carencias y las crisis hacen mella en los sentimientos de algunos nacidos acá, otros, una gran parte, siguen siendo espontáneos, francos, como el cubano de a pie que lleva sobre sí el nacimiento de una nación, de sus tradiciones, idiosincrasia y lo mejor de nosotros.
En algunas partes de Cuba los guajiros llevan jeans, tienen televisores Panda, refrigerados Haier, pero el alma sigue siendo noble, sencilla, abierta para todos. A otro compañero de viaje le oí contar cómo había conseguido plátanos para llevar hacia otra provincia y el hombre que se los suministró le dijo que si volvía a insistir en pagárselos se ofendería y le quitaría los plátanos. El campesino sabía que los plátanos estaban perdidos en algunos lugares del país, por culpa de los ciclones, y esos eran para la papilla de un niño pequeño, cómo se le ocurriría a alguien cobrarlos en ese caso. Y casi todos sabemos cuánto cuesta disponer de esa vianda ahora aquí.
En fin, que en esta ausencia temporal me he sentido obligada a compartir estas experiencias. Y, al regreso, no importa si encontré algunos juguetes y zapatos fuera de lugar, solo consigo sonreír por tener la dicha familiar, tanto la de origen como la que he conseguido crear junto a mi esposo.

1 comentario:

Diavolo dijo...

Hey, Iris!

Pase por aqui luego de ver tu posteo en el blog de Elaine y me gusto mucho esta corta viñeta tuya que, en el fondo, habla de la cubania... el mismo tema que trata Elaine.

Muy bonita. Saludos y sigue escribiendo.