miércoles, 18 de marzo de 2009

Arte de colores y cristal


Los vitrales, fundamentalmente de la vieja Habana, todavía marcan el recuerdo de los hijos de la antigua metrópoli española y la vida cultural y la identidad de los nacidos aquí. Todo un mundo de colores combinados matizó la arquitectura colonial. Según el Catálogo de Artesanías Cubanas, del Fondo de Bienes Culturales, esta manera de hacer arte llegó al Archipiélago, como las rejas, por medio del referente español, aunque no era de mucha utilización en la Península.
Los más emblemáticos vitrales aparecieron en hermosas lucetas, de forma semicircular o rectangulares sobre puertas o circundando las galerías alrededor de los patios. Siempre, con la función primordial de tamizar la intensa luz del trópico. Así, confirieron una atmósfera cromática muy peculiar a las construcciones posteriores al siglo XVII, independientemente de que el momento de esplendor lo ganó en la segunda mitad del XIX.
Con el tiempo se amplió el uso de colores, ya no solo blanco, rojo y azul, y también, variaron las formas hasta dejar huellas en la lamparería. Llegado hasta hoy, se han localizado en el país algunos talleres colectivos o artistas individuales, recreando códigos establecidos.
En Las Tunas, se conocen algunos artesanos dedicados a crear a partir de los colores, los cristales y la luz. Algunas de esas obras forman parte de la ornamentación de instituciones de interés social, y económico. La lamparería resulta entre las preferidas de quienes gustan de esta modalidad.
En la provincia se localizan algunas muestras de este arte en el cementerio Vicente García que eran traídas de la Casa Ballesteros, ubicada antes de 1959 en la capital. La provincia no posee una tradición al respecto. Esta manifestación del arte destaca por el aprovechamiento de la luz y por la transformación que se le da al vidrio para lograr un mosaico. Este material ofrece un mundo infinito. De él se pueden sacar muchas expresiones, a pesar de que es frágil y exige paciencia y cuidado. Ya no solo aparecen en los arcos de medio punto. Y artistas reconocidos en la actualidad, de la talla de Cosme Proenza y Alfredo Sosabravo, lo acogen como otra manera de expresión de su arte.
Es una especialidad para quienes prefieren mantenerse en este camino de retomar la tradición de la arquitectura colonial y mostrar el cromático mundo del vidrio.

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