miércoles, 13 de mayo de 2009

Insistir en la disciplina


La impunidad no es una palabra dada únicamente a cuestiones delictivas. Existen otras donde también aplica. Y, ya sea en los medios de prensa, en la calle o en cualquier conversación diáfana, la gente en Cuba no se cansa de pedir la aplicación de medidas disciplinarias para infractores, mano dura en las escuelas para que se fijen los valores y hasta el cumplimiento enérgico de las leyes.

Las personas de bien que tanto abundan, las decentes, se resisten a que las indisciplinas trepen por la sociedad como una mala hierba y se entronicen como un acto natural que se puede soportar y ya.

No se debe confundir la alegría juvenil en una aislada noche de juerga, traducida en risas o música a alto volumen, con conductas cotidianas contrarias a la tranquilidad, a la convivencia pacífica entre vecinos.

Admitamos que en ocasiones vemos como un hecho sin mayor trascendencia si alguien fuma arriba de nosotros en una guagua o en un sitio público; vemos a un hombre orinando en cualquier lugar a ojos vistas a plena luz del día (de noche es igualmente una contravención); o las personas que construyen su vivienda sacan arena de las playas como Pedro por su casa, y las justificamos.

Es más, para seguir en el caso de la arena, luego en el verano criticamos si esa porción de agua “no está como antes” o simplemente tuvimos que sambullirnos un poco más allá, porque la susodicha playa ha ido desapareciendo. También pudiera ser un ejemplo cómo queremos ciudades resplandecientes y tiramos papeles a la vía pública. O ignoramos a quien lo hace.

Confieso que el corazón lo siento latir desbocado cuando voy en algún automóvil y un coche, una moto o un bicicletero asoma en sentido contrario en la calle. No es mi intención enumerar todo lo que puede ocurrir. Lo dejo a su imaginación. Tampoco pretendo solicitar a un vigilante del tránsito en cada esquina porque de dónde… Nos queda la opción de apelar a la conciencia, a la buena educación, porque de ahí parte la esencia de los seres humanos a los cuales aspiramos.

Pero, no deja de llamarme la atención cómo algunos ciudadanos gustan ponerse del lado de los infractores cuando son sorprendidos in fraganti. Sea contra un inspector que detecta adulteraciones en un puesto gastronómico, violaciones de precio en un comercio o los pasajeros de un vehículo al intentar a veces que una autoridad policial “pase la mano” al conductor que se llevó un Pare. “Cosas veredes, Sancho…”


4 comentarios:

Al Godar dijo...

Yo creo que cuando la indisciplina es la única forma de obtener la arena para arreglar tu casa, lo que hay que combatir no es la indisciplina sino las causas por las que no se puede comprar la arena.

Saludos,
Al Godar

El sitio de Iris dijo...

Yo pienso que se debe combatir la indisciplina y eliminar las causas que originan esa sustracción. Las necesidades no nos dan derecho a tomar algo por aquí, arrancar otra cosa por allá. Las personas que buscan la arena en la playa cuando se les pregunta ni siquiera saben que eso está prohibido y creen que si la necesitan deben buscarla en la playa y no en los lugares permitidos. Gracias, Al, por pasar por aquí.

Jge dijo...

Después de tener la posibilidad de hacer comparaciones en relación al día a día de nuestra sociedad, su comportamiento en la isla y el lugar donde vivo, puedo asegurarles que por nuestra cultura, en Cuba, hemos llegado a sentirnos tan dueños de todo como si nuestra actuación fuera en nuestra propia casa. Creo que ya es algo enraizado en nuestro comportamiento y en toda la sociedad.
Será que ustedes nunca han visto cuando llega un amigo de un dependiente a una cafetería, a un restaurante, a una placita, una farmacia (aquí es lo más común), como su atención es casi siempre inmediata? Será que alguien ha dejado de escuchar alguna vez, un socio me lo resolvió? Hasta a la hora de comprar el picadillo, los huevos, la leche, siempre el amigo lleva alguna ventaja en contraposición de aquel que no lo es, no me refiero sólo a la acción de la balanza, en algunos casos, también puede ser una sonrisa o una jarana o un hola
Cuántas veces llegamos a una empresa y tenemos que esperar que el/la encargado/a por la atención termine de conversar amigablemente y saber todo lo de la otra parte? Y en el mejor de los casos escuchar, no ve que estoy ocupado/a?
Veo con satisfacción (en algunos casos), en la ciudad donde vivo, una ciudad con más del doble de la población de toda la isla y por lo cual, las personas ni se conocen apenas, que todo el mundo es “igual” en el trato en cualquier lugar, he aprendido a usar el por favor, dar las gracias o pedir una disculpa por el tan solo hecho de rosar a alguien dentro de un ómnibus, sea con el cuerpo o con la mochila que cargo en mis espaldas.
La gran familia cubana, en muchos casos, tiene que reflexionar sobre cómo debemos ser mejores cada día y aplicar toda la labor de nuestra sonada educación.

Anónimo dijo...

Jorge, estoy de acuerdo contigo. En ocasiones nos creemos los más cultos y nuestro comportamiento público dice lo contrario. Yo no he tenido posibilidades de comparar, pero sé que la gente no puede andar por ahí arrancando las flores de un jardín porque les parezcan bonitas, o tomar los bancos de un parque para hacer una terraza, o así por el estilo. Gracias.