lunes, 30 de noviembre de 2009

Tabúes en el siglo XXI


A estas alturas de historia de la humanidad ¿quedará algún tema del cual no se pueda hablar? Sin embargo, usted y yo sabemos que sí los hay. Aunque, por supuesto, ya no se trate de cuestiones tan vedadas que demanden la existencia de la Santa Inquisición.
Ningún asunto nace tabú, sino que adquiere esa condición por temores, prejuicios o hasta caprichos de algunas personas. Por ejemplo, por ahí una se encuentra a quienes pronuncian en voz baja palabras como cáncer o le buscan eufemismos –muchas veces los escuchamos en la televisión- al estilo de una larga y penosa enfermedad. Como si con ello disminuyera el daño o fuera pecado padecerlo.
¡Y ni hablar del SIDA! Asumir la presencia de un enfermo a nuestro alrededor o el hecho de que cualquiera puede adquirir el VIH, todavía parece una utopía. En determinadas circunstancias, familias que tienen algún miembro seropositivo prefieren enmascararlo con otras dolencias. De ese modo los seres más queridos hacen el juego a quienes los discriminan y se sonrojan de solo oír el nombre.
Estas son manifestaciones de diversas geografías, independientemente de culturas, clases sociales o credos. Aunque, de seguro, algunos medios o estatus favorecen más que otros esconder los “pecadillos” y vivir de las apariencias.
Igualmente, “la vergüenza” de presentar una Infección de Transmisión Sexual conlleva a que algunos jóvenes acudan a las instituciones de salud solo cuando las consecuencias del padecimiento se hacen irreversibles. En estos casos, las razones se hallan en los dilatados años en los cuales el sexo solo se trataba con los médicos... o menos.
A tal punto llegó la cortina, que si hoy no se conocen lo suficiente las particularidades del sistema reproductor humano, sobre todo del femenino, se debe en mucho a la negativa prejuiciada de cooperar con la ciencia en tal sentido, so pretexto de mantener el recato y el pudor. Incluso las relaciones de pareja arrastraron por mucho tiempo la falta de plenitud ante similares excusas.
En esta época algunos padres todavía prefieren que sus hijos e hijas conozcan por su propia experiencia aspectos vinculados con la sexualidad, porque “hablar de eso acelera el inicio de las relaciones”, dicen a veces. O dejan el espacio a las amistades, los medios de difusión masiva u otras instituciones. Y por esa razón pierden la oportunidad de estrechar los lazos familiares, comunicarse y de preparar para la vida a quienes trajeron al mundo.
Tratar este y otros temas con los descendientes enseña a los más jóvenes provechosas lecciones de franqueza, de evitar la doble moral y la mojigatería que limitan la propia existencia. El cambio de mentalidad no se logra de la noche a la mañana. La alternativa de sacar el cuerpo a determinadas conversaciones y debates públicos o privados se ha demostrado no constituye la solución eficaz. Hacer como el avestruz tiene que ver más con la hipocresía que con el disimulo.


2 comentarios:

Lola dijo...

Odio todos los tabues. Hablar de la muerte, o de sexo, o de deficiencias politicas en cualquier pais, o de cualquier otro tabú, nos atrasa como personas o como naciones.
La libertad de expresarse y terminar con los tabúes, nos hace mas libres y mas fuertes.
Muy apropiado tu post. Un beso Lola

El sitio de Iris dijo...

Gracias, Lola. Creo que uno va aprendiendo a no juzgar a los demás y aceptar que otros obren con libertad. Estas cosas se ven en la vida cotidiana. Estoy de acuerdo contigo. Besos.