martes, 17 de agosto de 2010

Caliente, Amargo Fuerte y Escaso

No son pocas las personas que en Cuba consideran que el cafeto es una especie botánica endémica, o que por acá se comenzó a consumir su extracto negro: el café. Así de fuerte es la tradición y su presencia en las costumbres cotidianas. Un proverbio turco reza que el café debe ser negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y suave como el amor.
El proceso para su elaboración ha dejado atrás, o solo reservado para las zonas más rurales, el típico pilón, con el cual se convertían en polvo los granos oscuros. Después de la máquina para molerlo manualmente, la mayoría de las personas lo adquieren ya en cantidades previamente empaquetadas del polvo. Y el lejano colador, confeccionado de tela con forma de cono donde el café y el agua se mezclaban para formar el líquido humeante, cedió su lugar a la cafetera hasta llegar a su versión eléctrica.
También ha encontrado en la historia defensores de sus propiedades cosméticas y revitalizantes. En tiempos remotos, las tribus africanas preparaban una pasta con el grano que daban a los guerreros para insuflarles valor. Y, retomando aplicaciones antiguas, algunos tratamientos de belleza hoy en día conceden un lugar privilegiado al café para mejorar la piel y dar masajes a los pies.
A pesar de su extensión casi omnipresente en todo el mundo, la introducción del café en Cuba, por ejemplo, pasó por la crítica social y las prohibiciones. A la llegada de los conquistadores al Nuevo Mundo, aquí no se tenía conocimiento sobre la existencia del café. Los nacidos en estas tierras solían ingerir chocolate.
El descubrimiento del cafeto, y sus propiedades estimulantes, se le atribuyen a un pastor etíope en 1440. Se dice que mientras llevaba a sus ovejas en busca de alimentos, observó como saltaban y se excitaban después de comer unos granos oscuros y olorosos. Más tarde la planta se extendió por Europa y al resto del mundo no le fue ajeno. Las colonias francesas fueron las primeras en recibirlo por acá. Al concluir la rebelión de negros dominicanos se diseminó por América Latina. El consumo, luego, se asoció con negros rebelados y franceses atrevidos.
Las conversaciones amistosas y de trabajo encuentran un escenario cómodo alrededor de tazas de café. Casi como rituales, las visitas del hogar aguardan y dialogan mientras bulle una cafetera humeante. El ritmo de vida en la actualidad también perpetúa esta bebida negra como un estimulante insomne para derrotar el sueño y la monotonía.

3 comentarios:

epistolario segun san alvaro dijo...

Yo soy cafeinomano... excelente Iris.

Lola dijo...

Pues a mi el café, Iris, me gusta flojito y largo, el americano. O sea que cuando estemos juntas necesitaremos dos cafeteras.
Me he enterado en tu post de cosas que no conocía sobre el café.
Lo que no me puedes decir que no es cubano es el tabaco. Por que no nos hablas de él? Un abrazo Lola

El sitio de Iris dijo...

Amigos, ya a mí no me puede faltar la taza de la mañana, elaborado como dice el título: caliente, amargo, fuerte y escaso. En mi familia es una tradición muy fuerte y mi abuela materna hace el café con un colador. He estado tratando de subir una foto y no he podido.
Lola, escribiré del tabaco. Gracias por la sugerencia.
Besos y gracias por pasar por aquí.