martes, 25 de enero de 2011

De las plantillas infladas

Entre las conversaciones sociales y familiares de los cubanos se encuentran muchos temas comunes sustentados en nuestro contexto social propio, sin importar si vivimos en Bainoa o en Guantánamo, en Puerto Padre o Jobabo. Que si el salario no alcanza, cómo marcha la serie nacional de béisbol o si se rompieron los récords de temperaturas para cierto mes, ocupan esos tópicos.
Pero, como desde hacía tiempo no ocurría, todos los asuntos quedaron desplazados cuando apareció en la palestra pública el proceso de reducción de las plantillas infladas y de disponibilidad laboral.
Hay quienes aseguran que muchas personas cambiaron su comportamiento en los centros de trabajo a partir de la disciplina y mayor rendimiento para no quedar disponibles; una suerte de electro shock sacudió la inercia y el inmovilismo de muchos lugares. Algunos decidieron, con las noticias, cumplir con lo que le toca y cuidar su cuota de responsabilidad en aras de la eficiencia económica.
Sin embargo, casi asusta cómo en otros sitios dedicados a la venta de productos o de servicios, todo sigue igual. En tales casos, la gente con su quehacer cotidiano no se da por enterada de que las plazas quedarán ocupadas por los más idóneos, lo cual incluye numerosos requisitos para que el sector estatal gane eficiencia porque allí estarán los mejores. Desterrar el paternalismo de nuestras plantillas y las cifras de la economía, debe comenzar por saber cuál es el propósito de una entidad y quiénes trabajan en correspondencia con esto.
No sé de qué mecanismo se nutrirán los comités de expertos para tener en cuenta el criterio de los clientes/usuarios/consumidores donde el objeto social sean las prestaciones, el laborar directamente con el público. De lo que sí estoy convencida es que estas opiniones no pueden pasarse por alto cuando se pretende ser justos y garantizar un puesto al trabajador adecuado.
Los ejemplos podrían ser tan numerosos como unidades y establecimientos se dedican a esos propósitos, e irían desde las farmacias, restaurantes, cafeterías, bancos, tiendas, oficinas de trámites…, sitios estos donde por lo general las largas colas para atender a la gente tienen mucho de pérdida de tiempo por las conversaciones entre los empleados; la falta de motivación por hacer bien su tarea; o la necesidad de una ética laboral que comience por una sonrisa y el convencimiento de que sin nosotros –los ciudadanos- tal puesto no tendría razón de ser.

5 comentarios:

Lola dijo...

Entre la burocracia y las pocas ganas de algunos de trabajar bien, un pais se puede ir al traste.
Esto pasa en muchos sitios pero yo creo que cada vez menos porque ahora el que no vale se irá.
Un beso fuerte. Lola

Lola dijo...

Y... por que no se nada de ti? Te echo de menos. He escrito en el blog de Juan. Lola

Jge dijo...

Hola Iris. Estaba en deuda contigo, He entrado varias veces a tu sitio para leer las últimas publicaciones y siempre dejo para después algunas observaciones.
Esta publicación sobre las plantillas infladas, es un plato lleno para opiniones y observaciones. No hace mucho estuve en una tienda, relativamente cerca de tu casa, fui a comprar los mandados de mi madre, tuve que hacer un tur por el local, quería comprar una frazada de piso, era en el primer departamento, junto a la puerta, el arroz por otro mostrador, el aceite lo despachaba un joven en otro espacio dentro de la tienda, el azúcar…., ….en fin, cuánta gente en un establecimiento que, por lo menos ese día, sólo yo era el cliente…creo que sobran los comentarios… ¿Conoces esa tienda? ¿Cuántos lugares como ese existen?
Saludos

Professor de Español CAM dijo...

Continuo leyéndote, no pares.
saludos desde el sur

Jge dijo...

Hola Iris, de regreso nuevamete a las locuras de esta gran urbe, São Paulo. Estuve algunos dias en Las Tunas, no fue posible vernos, pero continúo siguiéndote y leyendo tus acertadas publicaciones, así como en línea con el NTV para estar actualizado.
Un beso, Jge